El café y la creatividad
Descubre lo que José O Outsider propone sobre la creatividad al sentarse en un café ícono de la Ciudad de México
Hoy es un gran día: inauguro una nueva etapa en Oda
Desde este mes, abriré las puertas de Oda a personas interesantes que están creando textos que marcan una diferencia. El objetivo es ofrecerles a ustedes, queridos odistas, la oportunidad de descubrir nuevas voces.
Por eso invité a Jose O -outsider- a inaugurar esta sección, tiene buena pluma , sin miedos a la polémica y es un hombre muy culto.
Son varias cosas que no tenemos en común: José es mexicano y yo chilena, él trabaja en la academia y yo, en la literatura. A mí me gusta más la IA que a él. Pero nos une el amor y la pasión por la libros y la escritura (también el té).
Aquí una breve entrevista para conocerlo mejor
- ¿Por qué te llamas Jose O -outsider?
Mi nombre es Jose Oroná. “Outsider” porque no vengo del canon literario ni de las aulas de Letras. Vengo de la diplomacia cultural, la estrategia y la mercadotecnia política: de ese lugar donde se observa cómo se fabrica el relato oficial, y se esconde lo esencial.
Llegué a la literatura como se llega a ciertos amores: por accidente, pero para quedarme. Fue entre artistas, agregados culturales y silencios diplomáticos donde descubrí que la cultura no es ornamento, sino subversión. Tres creadoras me invitaron a cruzar la línea: a escribir desde la grieta, no desde el manual.
-¿Has publicado ficción?
Estoy escribiendo mi primera novela que es un thriller político que disecciona la traición, el cálculo y los discursos que visten de moral lo inmoral. También un ensayo: una mirada profunda sobre cómo tomamos decisiones —del voto al supermercado—, y cómo cada elección es una narrativa que revela quiénes somos… o quiénes obedecemos sin saberlo.
-¿Por qué escribes?
No escribo para provocar abrazos. Ni para adornar consensos. Escribo para desnudar lo que se calla con elegancia. Para incomodar. Para despertar y que tú también sientas que las mejores historias no piden permiso. Y que escribir —cuando nace de lo verdadero— no necesita credenciales.
Sumérjanse en este texto en el cual Jose O -outsider- nos envuelve con Gabriel García Márquez y Roberto Bolaño, nos cuenta sobre la importancia de leer y obvio, de tomar un buen café. Y obvio, siempre presente en él, su encono hacia la IA.
UN CAFÉ DE SOMBRAS Y TINTA DERRAMADA
Jose O -outsider-
Las sombras de la creación
Caminar las calles de la Ciudad de México bajo el temporal, es en sí mismo, un acto poético. La lluvia, el viento huracanado. Elementos provocadores perfectos que me llevan al número 62 de la Avenida Morelos. El Café La Habana, para mí, no es un simple establecimiento. Es el umbral donde el tiempo se condensa y el fantasma de Gabo aún frota sus gafas contra los ventanales, empañados no por el vaho de la humedad, sino por el aliento concentrado de siglos de literatura. Aquí, la creatividad no es un susurro. Es un grito, un desafío a la insulsa complacencia.
Sus dueños aseguran que el Che Guevara y Fidel Castro planearon aquí la Revolución Cubana. O poetas infrarrealistas, inmortalizados por Roberto Bolaño en “Los detectives salvajes”, también lo visitaban, al igual que Octavio Paz y Gabriel García Márquez
Este café, no huele solo a grano recién tostado. Huele a tinta derramada, a la salinidad de lágrimas de desamor, a la ebriedad de la pasión, a la amargura de una revolución mal digerida, al frío acero de la Guerra Fría. En mi mano izquierda el cómplice oscuro –un espresso, concentrado de insomnios– y en la derecha, mi pluma que arde como la memoria, mientras un bourbon, mi aliado contra el silencio, aguarda, es el ritual que antecede a mi despertar creativo verdadero.
No escribo por inspiración; escribo por disciplina, por amor y por el descubrimiento de mí mismo.
Escribo, además, para bailar en las madrugadas con ella: la creatividad, esa dama caprichosa que me habita y deshabita con la libertad del aire. En este santuario de azulejos desgastados y murmullos persistentes, callar es traicionar a los fantasmas que habitan las sillas vacías, herencia imperecedera de las grandes historias que nos legaron.
La mesa de la furia y el genio
Conocí este café hace algunos años, no por ocio, sino como estudiante de historia. Esta mesa –esta misma madera– no es un mero mueble; es una pista de baile estratificada, un tablado regrabado donde cada capa revela una geografía literaria de la pasión creadora.
La Capa 1: El Huracán Macondo. Justo aquí, frente al ventanal que devora la Avenida Bucareli, García Márquez no solo bebió café. Se rumora que las primeras líneas de Cien Años de Soledad nacieron entre el vapor de un café con leche y el eco rítmico de las prensas rotativas de los diarios vecinos. No fue una musa lo que lo visitó, sino la urgencia del exilio, un monstruo voraz que solo se aplaca con el torrente incesante de historias.
La Capa 2: Los Salvajes Infrarrealistas. Veinte años después, esta misma superficie acumuló las cicatrices de ceniceros desbordados y servilletas garabateadas con "poemas rimbaudianos y maldiciones políticas". Roberto Bolaño –aquí, en su encarnación de Arturo Belano, su doble literario en Los detectives salvajes– y sus cómplices (Ulises Lima y otros espectros) transformaron el café en su cuartel general. No discutían literatura; libraban una guerra química contra el realismo complaciente. Sus armas: tazas infinitas de café con leche barato, rabia pura y la certeza de ser invisibles, necesarios y peligrosos.
La sombra nueva: El frío que avanza y la resistencia del alma
La semana pasada, mi rito se vio interrumpido. Me cité aquí, en Café La Habana, con una de mis mentoras –ella sí, experta doctora letras– para recibir sus correcciones sobre la novela que estoy tejiendo. De pronto, el intruso. Su estudiante. Un muchacho pulcro, con una tableta luminosa como un altar portátil y algo que le había arrojado la famosa IA. "¡Mira, Miss!, ¡este soneto perfecto!", le anunció, triunfal, con la arrogancia de la juventud y el conocimiento superficial. "¡Lo arrojó la máquina en 0.7 segundos!" Perfecto. Impecable. Para mí, sin latido, sin cicatrices, muerto. Un texto sin huella dactilar neuronal.
La IA es, no nos engañemos, el sueño húmedo del burócrata y el proxeneta de la mediocridad: orden sin caos, luz sin sombra, palabra sin herida y lecturas de artificio.
Leer: El antídoto contra el olvido programado
Leer no es un pasatiempo; es una actitud, un ritual de continuidad y, en este café una ofrenda. Abro Pedro Páramo y siento cómo el polvo de Comala se mezcla con el humo del cigarro del vecino. Sor Juana Inés de la Cruz me lanza una flecha de ingenio desde el siglo XVII, su verbo cortando la neblina del presente. Los libros en este café son puertas dimensionales y espejos empañados. Leer me ubica, me permite pertenecer a este linaje de locos necesarios.
La creatividad no es un algoritmo; es magia emocional: convertir el plomo del miedo en el oro de una metáfora salvaje. Que las máquinas produzcan sus textos estériles. Yo brindo, con mi espresso amargo y mi Woodford Reserve, por el desorden glorioso, el riesgo, la cicatriz que late en la página.
Desde este rincón donde los fantasmas piden otro café, en un mundo obsesionado con la eficiencia, recuerda: la creatividad no lo es. Es humana, desordenada, y nos pertenece. No dejes que las máquinas te roben la voz.
Lee, lee mucho para alimentar tu fuego.
En la era del consumo rápido, de la obsesión por la eficiencia, recuerda: crear es digerir el mundo a contracorriente. Es humano. Es caótico. Es político. Escribe como quien graba su nombre en la corteza del tiempo. Baila todo lo que puedas con la creatividad como la dama del desdén que es. Brindo por tus sombras fecundas. Por las palabras que te atrevas a expulsar con dolor y alegría. Por los monstruos que domamos y las historias que nos atrevemos a contar.
Si este literario histórico Café La Habana resiste, tú y yo también.
Jose Oroná transforma la narrativa y la reseña en lo intenso de un buen café. Inspirado en el arte y crítica literaria con ideas y miras provocadoras. Más que simples palabras: un cambio en la forma de pensar las letras. No viene de la literatura pero pareciera que sí lo hace
Lee. Escribe. Crea con Jose O -outsider-
Hola Karen, esta Oda está fabulosa, me encantó, tanto como un buen café. Me gustó lo que dice tu entrevistado sobre "escribir no por inspiración sino por disciplina", no podría estar más de acuerdo.
Un abrazo!
Hola Leer no es un pasatiempo; es una actitud