Oda a la mitad de la vida #122
Este boletín es para los que desean una pausa curiosa.
Compártelo, me harías muy feliz.
"La mediana edad es cuando una persona
decide por sí misma si va
a aceptar su edad o no".
Joyce Carol Oates.
"La juventud es un
regalo de la naturaleza,
pero la edad madura
es una obra de arte".
Stanislaw Jerzy Lec.
Queridos amigos,
La sensación de estar en la mitad de la vida es extraña, como si fuera lo mejor pero en ciertos momentos es relativo. Claro, la mayor parte del tiempo la gozo y me distancio de la incertidumbre, de las preguntas existenciales que me hicieron sufrir tantos años. Ahora vivo con menos volatilidad y angustia. De seguro, los jóvenes podrían creer que mi vida es aburrida y demasiado sólida. Un aplomo tedioso como el jamón en la mitad del sándwich, pero sin queso, ni mayonesa.
Cuando pienso en esta etapa la veo como un mango. Sí, un mango. Porque es jugosa, tiene mucha fibra con un cuesco inmenso que me permite soportar los vaivenes del paso del tiempo. Ahora bien, la vida no es estática, cómo cambia. También los cincuentones vivimos una segunda pubertad, un ansia de aprovechar lo que nos queda, y disfrutar al máximo todo. Quiero correr a cumplir mis sueños, solo que cuando estoy frente al espejo me quedo congelada ¿quién es esa con arrugas en los ojos? ¿o con canas que debo teñir una vez al mes? Esas manchas son de otra, no mías. Tengo que recurrir a más cremas, otros tratamientos e intento detener la excesiva maduración del mango. Pero tengo una noticia: es imposible cambiar este proceso. ¿Has comido un mango demasiado maduro? Literalmente es malo, asqueroso, es imposible de tragar, pero mientras digo esto pienso que es irrelevante. La tranquilidad que he adquirido no la cambio por la fruta verde y dura, me prefiero así, más madurita.
En este sentido, tengo clarísimo que a veces me agoto de la vida social, me canso muy rápido pero a la vez, gozo de una energía atómica en concretar mis pasiones. Por eso sigo siendo bien verde. Superé la desorientación inicial de los años mozos, esa de la que tantas canciones hablan, como la banda de música norteamericana Talking Heads, con su letra que los cincuentones recordamos:
“And you may find yourself living in a shotgun shack.
And you may find yourself in another part of the world.
And you may find yourself behind the wheel of a large automobile.
And you may find yourself in a beautiful house, with a beautiful wife.
And you may ask yourself, ´Well, how did I get here?"
Que en español sería:
“Y es posible que te encuentres viviendo en una choza de escopetas.
Y es posible que te encuentres en otra parte del mundo.
Y es posible que te encuentres al volante de un auto grande.
Y es posible que te encuentres en una hermosa casa, con una hermosa esposa.
Y quizás te preguntes: ´Bueno, ¿cómo llegué aquí?´"
Me olvidé de las obsesiones del tipo persecutorias, como por ejemplo: quién me va a querer si mis rollos son tan grandes como unas llantas de una 4x4; o por qué nadie me llama por teléfono; o nadie me quiere; qué debo hacer con mi vida laboral y cuántas otras. Hoy mis pensamientos son mucho más livianos y constructivos, o eso quiero creer. Igual me pregunto cómo convertirme en una escritora exitosa; hacer que Espiral sea el podcast más popular de literatura y que mi boletín Oda, tenga miles de suscriptores ¿Soy una adolescente o un mango podrido que le cuesta el declive? Debo reconocer que, ya conocí a mi doble oscuro, ya estuve en el lugar de The Dark Side of The Moon de Pink Floyd que tanto escuché manejando cuando sentía que la felicidad se había extinguido de la Tierra. Entonces creía que la soledad era irremediable. Ahora sé quiénes son mis amigos cercanos y quienes no, por qué algunas cosas me quitan el sueño y cómo las debo abordar para salir victoriosa. Me doy cuenta de que estoy en la mitad de la vida y no puedo seguir haciendo lo mismo y por eso, lanzo una cuerda y la tiro con una fuerza distinta, más persistente, más dulce.
Lo tengo claro, es una burda generalización, pero, si yo no pienso en esto, ¿quién lo hará por mí? No me enfoco en el éxito sino a la plenitud, pero miento. Quiero el éxito, pero no me desvela. Quizá la pulpa está llegando a su punto culmine de maduración, espero que aún hayan sorpresas; tampoco deseo que se pudra tan rápido. Tengo demasiado por hacer como bípedo andante, una sensación que comparto con los otros, otro regalo de esta etapa. No me quiero caer del árbol y quedar machucada, con moretones en el alma por no haber respetado mis límites, mis fronteras. Igual estaría feliz si pudiera tener unos cuarenta y tantos y hacer un poquito de las cosas que a los cincuenta son más improbables de concretar.
Mis recomendaciones
Una película: Lost in Translation, en español Perdidos en Tokio. Este filme dice tanto con muy poquitas palabras y es de la directora Sofia Coppola, la cual recomendé la semana pasada en Oda a las hermanas. ¿Te acuerdas de Bill Murray en su papel de actor en decadencia? El personaje tiene cincuenta años y viaja a Japón para hacer una publicidad de una marca de whisky y conoce en el bar a una joven maravillosa, Scarlett Johansson. Es la historia de dos soledades que se encuentran de forma inesperada.
Una Ted Talk: Ya había sugerido a Jane Fonda en Oda a mis amigas, pero esta charla es imperdible. Me identifico con su mensaje, con lo que busco luego de los cincuenta, aunque ella esté ya en su tercer acto.
Mis momentos
Fui feliz: Reuniéndome con todas mis compañeras de la generación del noventa del colegio para cocinar juntas jalá, el pan trenzado que los judíos comemos los viernes para shabat ¡Ay que fui feliz!
Aprendí: Que existe un flash especial para poner en el teléfono y las fotos salen increíbles.
Estoy agradecida: Del asado a la parrilla que hicimos en mi casa con unos amigos y a mi hijo le quedó muy rica la carne.
Lee. Escribe. Crea con mangos maduros.
Karen.
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